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A RITMO DE FESTEJO, NOS DELEITAMOS CON GAGARÍN, AUTOMÁTICO Y ESCAPULARIO

Desde mi adolescencia he viajado constantemente a la ciudad de la Sopa Seca con Carapulcra acompañada del chicharrón de cerdo con yuca; de los famosos y deliciosos tamales; del vino de uva borgoña blanca; y, sobretodo del infaltable pisco de chacra; por lo que, una de las paradas incuestionables siempre ha sido la casa de un gran amigo gallero, don Pedro Espinoza Pachas, más conocido como “Perico”, quien nos recibió como de costumbre, con el abrazo fraterno y la calidez en la palabra.

No podíamos dejar de visitarlo, y pedirle que nos cuente alguna anécdota de las tantas que ha debido de ser partícipe o tal vez protagonista.

El calor chinchano se siente más cuando estás entre amigos galleros; así que, decidimos sacar unas sillas y conversar de nuestra pasión, “los gallos”, porque para hablar de gallos todo lugar y momento es perfecto.

Perico, con su característica voz ronca y afable, nos transportó a su infancia donde acompañaba a su padre y abuelo a ver las peleas de gallos a navaja, las mismas que se organizaban en alguna hacienda.

Con la mirada enfocada en sus recuerdos y de forma pausada, relató

“En esa época, no había campeonatos, eran jugadas. Se jugaban gallos fuertes, de dos años o dos año y medio. El finado Candelilla, que trabajaba con don Ernesto Grimaldi me llevó a ver los pollos y me dijo que escogiera un pollo y escogí una hembra, en ese momento me dijo: “vas a ser un gran criador de gallos” porque el buen criador no escoge un macho sino una hembra.”

Una vez más, como aquella ráfaga de viento cálido que aparece en cada noche de primavera, se vuelve a recordar la frase “antes de buscar al gallo, se debe buscar a la gallina”; es una cita que se replica constantemente en casi la totalidad de amigos galleros con quienes he tenido la dicha de compartir experiencias, y no deja de ser cierto, pues coincidimos con Perico que la base de toda gallera debe ser la gallina; que, debemos tomarnos el tiempo que sea necesario para encontrar aquella gallina que pueda brindar la progenie que uno desea, pero a base de perseverancia y constancia.

Perico, pausó la conversación mientras su mirada se perdía entre los atardeceres otoñales de su vida y después de un suspiro que parecía más una añoranza, comentó:

“Recuerdo que, en el coliseo de Chincha, se llevó a cabo un campeonato muy duro, de grandes criadores; y don Ernesto Grimaldi jugó un gallo pinto de nombre “Gagarín”, extraordinario animal. Era una final de aquellas. El gallo Gagarín tuvo un contendor del mismo nivel; los dos gallos fueron frontales, se destrozaron, extraordinaria pelea. Gagarín ganó pero estaba muy tirado, ganó cantando.”

 

“En el galpón de don Alfredo Serrano Grimaldi había un extraordinario gallo de nombre “Automático”, regalado de pollo por don José Luis Pérez. Lo jugaron tres veces, demostrando una gran calidad en el pleito y decidieron tenerlo de padrillo”

 

“Don Fernando Pesqueira, dueño de la hacienda San Fernandito importó gallos y gallinas ingleses, muy trompeadores y bravos. Recuerdo que, un día me prestó un gallo de esa línea y lo pude cruzar con mis gallinas que no eran puras, tenían muchos cruces. Debo confesar, que la cría fue tan buena que pude campeonar en Chincha y me trajeron muchas satisfacciones. Ah!, pero no dejaron de ser bravos.”

 

 “Hay una famosa línea de gallos en Chincha, y te quiero contar brevemente un poco de su historia: Allá por los años 70´s, Marino Dulanto tenía un galpón en Chimbote de nombre “El Palomar”, y entre todo su cordel había un “gallo blanco”. Este gallito, fue traído a Chincha, directamente al galpón de don Humberto Grimaldi. Este gallo blanco, jugó en una final para disputar al campeón, ganando de forma extraordinaria y llevándose el mayor de los trofeos: “El Escapulario del Señor de los Milagros”. Por ese motivo a ese gallo lo bautizan con el nombre de “Escapulario”. Era tan bueno ese gallo, que lo cruzan con una “gallina mora” de Chino Chico de Cañete. De este cruce (blanco x mora) salen gallos pintos y moros, quienes eran imparables en el ruedo; tanto así que su descendencia llegó a ser conocida como los Escapularios.”

 

A ritmo de festejo, nos deleitamos con las historias contadas por nuestro amigo gallero “Perico”, tratando de imaginarnos cómo debieron ser y pelear el pinto Gagarín, el gran Automático, los hijos del gallo inglés, y, el blanco Escapulario; sin dejar de pensar en aquella gallina que antepuso al gallo, asimismo de la gallina mora de Chino Chico. Sé que hay más historias y anécdotas en la vida de nuestro amigo gallero Perico, las que deben ser materia de largas y amenas horas de charla con sus hijos Felipe, Pedro y Lucho, quienes han heredado la pasión gallística.

Una vez más, las horas pasaron inadvertidamente. Es momento de emprender el viaje hacia un nuevo destino para visitar a más amigos galleros.

Muchas gracias amigos galleros de Chincha. Nos volveremos a encontrar.

El Primer canto
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